Personajes

Alfonso Diez

alfonso@codigodiez.mx

Huellas delatoras en el secuestro

Las últimas revelaciones alrededor del secuestro de Diego Fernández de Cevallos despejan un poco el panorama y queda claro que no fue el crimen organizado el que cometió el plagio (Ver Personajes anterior: Dudas en el secuestro de Diego, del 17 de mayo).

Hay un dato en la Averiguación Previa SC/31/2010 que señala la ruta de la investigación: Entre las tres o cuatro huellas que se encontraron a menos de un metro de distancia de la camioneta pickup Cadillac Escalade EXT de Diego están la de los mocasines charros del secuestrado y las de unos pies descalzos; luego se pierden las de los mocasines, lo que indica que de ahí en adelante lo cargaron para llevárselo.

El dato de los pies descalzos es revelador: una persona sin zapatos entre los dos o tres que participaron en el secuestro indica que no era un grupo organizado de criminales; se trata de un mozo, probablemente; alguien que vive en el campo, porque en la ciudad es difícil que se aventuren sin calzado. No tiene dinero, tal vez ni trabajo.

¿Y los demás? Por lo menos uno de ellos sabía de la rutina del que iban a asaltar. Diego llevaba en la bolsa trasera del pantalón 100 mil pesos que le acababan de pagar en el rancho La Barranca, también de su propiedad, ubicado en el municipio de Jerécuaro, Guanajuato. Comió en este lugar con sus hijos, David y Diego y con Carlos, hermano del exgobernador de Querétaro Ignacio Loyola. También los acompañó un amigo, Luis Carrera. Los primeros en dar a conocer los detalles fueron Abel Barajas y Fernando Paniagua, del periódico Reforma (no salió el viernes 14 a las 5 de la tarde de su casa en Lomas de Virreyes, como afirmaba la información contradictoria que emitió la procuraduría; ni fue un familiar el que avisó de la desaparición, fue el velador, que avisó a otro empleado, que a su vez avisó al administrador del lugar).

No hay datos del que le pagó los 100 mil pesos, pero a las diez de la noche Diego salió del rancho para dejar a un amigo en el Italian Cofee del Centro Cívico de la capital de Querétaro y todavía llevaba el dinero en la bolsa trasera de su pantalón. Traía en la muñeca un reloj de oro blanco y en la cintura una pistola Pietro Beretta calibre .380.

De ahí a Pedro Escobedo hay 34 kilómetros, por la autopista, y luego otro 5 al rancho La Cabaña, por un camino vecinal. Dice el velador que vio las luces de la camioneta pickup de cuatro puertas como a las 22:50 horas y que cuando constató que el patrón había llegado se fue a cenar.

Diego cargaba siempre con su teléfono celular y su Nextel, con GPS; pero cuando se lo llevaron, sus secuestradores probablemente apagaron los dos teléfonos, porque una vez apagados no hay manera de detectar la ubicación de los mismos y según la procuraduría la última ubicación registrada es la de la casa del rancho de dónde se llevaron al plagiado.

Aquí hay algo que llama la atención: mientras un teléfono celular está encendido, y con mayor razón un Nextel con GPS, es posible determinar la ubicación del mismo con cierto rango de error, pero para evitarlo los plagiarios debieron apagar ambos teléfonos; así que, si las huellas de pies descalzos retratan a un individuo sin dinero, sin educación, sin la información suficiente como para decidir apagar los dos teléfonos, el hecho de que hubieran tomado esta decisión implica que entre ellos hubo alguno que maneja esa información.

Esto hay que resaltarlo porque ni siquiera una persona común y corriente de la ciudad sabe que si el celular está encendido, aunque no esté en una llamada, puede ser ubicado.

¿Se trata de un policía? De ser así, ¿fue tan precavido que se quitó los zapatos para evitar que los identificaran como los de un integrante de alguna corporación policiaca? ¿Tuvo algo que ver el que pagó a Diego los 100 mil pesos? ¿Fue él, o mandó a otros? ¿Alguien que se dio cuenta de la cantidad de dinero que Fernández de Cevallos metió a la bolsa trasera de su pantalón?

Esperaban a Diego en la penumbra del exterior de su casa del rancho La Cabaña. Para llegar a ésta desde el camino vecinal que tomó su víctima no hay puerta, cualquiera se puede meter. Queda claro que los perpetradores conocían los movimientos del que iban a esperar y sabían que no tardaba en llegar.

Pero Diego desapareció el viernes 14 de mayo por la noche, 6 días antes del momento de escribir estas líneas y los que se lo llevaron no se han comunicado para pedir algún rescate. Surge entonces la duda: ¿Iban sólo por los 100 mil pesos y el reloj de oro blanco? ¿Por qué se lo llevaron? ¿Vieron la oportunidad de aprovechar y sacar más dinero, o alguno de ellos se sintió reconocido?

De ser así, ¿Se lo llevaron para no hacer ruido y matarlo en otro lado? ¿Ya lo mataron?

Si en los próximos días no surge alguna señal de vida del excandidato a la presidencia, es posible que la respuesta al último punto del párrafo anterior sea afirmativa. Pero queda otra posibilidad (una no excluye a la otra y pueden resultar ciertas ambas): que el que encabezó la acción fuera un policía, que tomó todas las precauciones (caminar descalzo, apagar celulares) y tal vez en este momento ya está negociando con los hijos del político.

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